[Teatro] Ni civilización ni barbarie: Piedra sentada, pata corrida, de Ignacio Bartolone
Por Bettina Girotti
Escribía Lucio V. Mansilla: “es indudable que la civilización tiene sus ventajas sobre la barbarie; pero no tantas como aseguran los que se dicen civilizados”. Esta oposición y la “superioridad” de la primera sobre la segunda, fueron el origen de una de las tantas imágenes utilizadas para la construcción de un pasado nacional y, como no podía ser de otra forma, la literatura fue uno de sus soportes fundamentales. A pesar de lo incuestionable que intenta ser esta imagen despierta varios interrogantes ¿qué pasaría si a alguien se le ocurriese tomar todos estos textos y desarmarlos? O mejor aún ¿qué pasaría si, al rearmarlos, este alguien jugase con las piezas reacomodándolas en una nueva forma? Este enfoque es el que sostiene Piedra sentada, pata corrida, obra escrita y dirigida por Ignacio Bartolone.
Amanecer. Un ñandú prendido fuego -pájaro de mal agüero, explicarán más tarde- atraviesa la escena. Los lechiguangas, el cacique Olorá Potró (Eiro), su mujer Lachingui Vieja (Lamothe), y sus hijos Guay-Mayén (Detta) y Duglas Canejo (Schcolnicov) y su “portavoz”, el perro Faustino (Galimberti), aún duermen. Esta tribu tan peculiar, cuya tendencia a la ociosidad y el alcohol los forzó a abandonar las tolderías, se mantiene cerca de la línea de fortines y la zanja que los bordea, al tiempo que la burlan usándola como baño y cruzándola de noche para divertirse y comerse a algún blanco. Y para completar este cuadro desopilante, Luciano Ceballos (Cabrera) un ser de arrolladora sensibilidad que será cautivado por los lechiguangas.
El enfoque lúdico y rebelde no debería sorprendernos tratándose una obra que se presenta como farsa civilizatoria, definición que, amenazando con subvertir cualquier idea ampliamente instalada, expone la intención de desarme-rearme que atraviesa la obra. A la contraposición de una historia escrita por los vencedores y la “otra” historia de los vencidos, la farsa propone aquí un tercer término que involucra a aquellos que han sido marginados del otro (¿el “otro-otro”?). En esta versión, la conquista se da desde el interior, desde las entrañas literalmente. Los lechiguangas irán palideciendo y adoptando la voz del blanco. La figura del lenguaraz, del interlocutor, es aquí tomada y explotada como un hecho accidental, casi un daño colateral del canibalismo: somos lo que comemos repiten una y otra vez, quizás con el mismo sarcasmo que rezuma la apología que Esteban Echeverria dedicaba al matambre.
La obra construye una nueva serie de imágenes que enrarece a aquellas instaladas históricamente, combinando muchos de los textos fundacionales de la literatura argentina, desarmándolos y reacomodando lúdicamente los pedazos. Se suma, a la manipulación de los textos por parte Bartolone, un excelente trabajo actoral que da cuerpo y hasta dota de una voz particular -y sumamente contagiosa- a esta disparatada tribu de inadaptados. Mansilla no daba pistas de cuales creía que eran las posibles ventajas de la civilización o si había alguna en la barbarie, sea como fuere Piedra sentada, pata corrida es una obra que nadie, ni lechiguangas, ni blancos, se perderían.
Ficha Artístico-Técnica
Dramaturgia y dirección: Ignacio Bartolone
Asistente de dirección: Inés López Vicente
Actúan: Jorge Eiro, Cristina Lamothe, Eugenio Schcolnicov, Juan Pablo Galimberti, Gustavo Detta y Julián Cabrera
Diseño de vestuario: Paola Delgado
Asistente de vestuario: Belén Biniez
Telón: Paola Sigal y Mariana Gabor
Ilumunación: Claudio del Bianco
Realización de objetos: Lucia Constantino
Música: Ariel Obregón
Letras de canciones: Ignacio Bartolone
Coreografía: Carolina Borca
DIseño: Daniela Rizzo
Fotografía: Lucas Olmedo
Producción: Inés López Vicente.
Duración: 60 minutos
Piedra sentada, pata corrida se presenta en La Casona Iluminada, Av. Corrientes 1979, los días viernes a las 23hs.
www.facebook.com/piedrasentada
* Este espectáculo formó parte del Festival El Porvenir 2012 y del Festival Novísima Dramaturgia Argentina 2014