[Teatro] Mover los hilos de vidas ajenas: El títere de Ricardo Dubatti
Por Laura Rauch
El títere, pieza del dramaturgo Ricardo Dubatti, con dirección de Sebastián Berenguer e impecables actuaciones de Cristian Thorsen, Mariana De Cristófaro, Ezequiel Ruiz y Cristian Majolo, representa la “anti versión” de La gaviota, clásico chejoviano abordado desde las más distintas concepciones, y que se presenta en El Espión (Sarandí 766) los días sábados a las 23 hs.
Tomando como punto de partida algunos elementos de dicha pieza, El títere apela a mostrar en “negativo” una narración que conocemos y que se configura quizás como un universo posible de tantos existentes de las poéticas rusas, mencionando no solo elementos reconocibles sino también las disertaciones de que ella existen.
Plena en referencias teatrales que parecen dar cuenta no solo de los avatares del proceso creativo de un dramaturgo y un elenco, esta pieza se presenta también a modo de confesión de su autor, definiendo al teatro como fuerza vital cuya potencia reside en manifestarse imponente y total. Tal es la voracidad con la que atrapa y sentencia a estos personajes, convertidos en objetos por otros, que determina la complejidad de las relaciones humanas, aunque con aristas humorísticas que apelan, quizás, a esa idea de “comicidad rusa”, si es que ambos términos no resultan contradictorios.
Thorsen, De Cristófaro, Ruiz y Majolo en las actuaciones y Berenguer en la dirección, evidencian el manejo de un lenguaje que vira entre el realismo y su contrapartida, realizando simultáneamente un acontecimiento escénico que solicita la teorización de la propia práctica, encontrando en esta conjunción la posibilidad de referir a una construcción que sorprende en su desarrollo, jugando con la mente del espectador quien se predispone a ver “un Chéjov”, aunque desde los hilos o guías dejadas por éste. Los personajes mezclados con el público ponen en tela de juicio desde el inicio la distancia entre realidad y ficción que el realismo postula, acercándonos a una poética lúdica y tenebrosa de la melancólica vida de estos seres que por momentos, rozan lo grotesco y el absurdo, dejándonos el interrogante acerca de la visión realista de Chéjov, tan debatida en los estudios que la abordan. Y es la interrelación con otras poéticas, en forma paródica y con guiños puntuales sólo para los entendidos en el tema, que genera en los presentes la sensación de estar apreciando un compendio teatral, que deja entrever el intenso trabajo que sobre el texto y las corporeidades porta la pieza. Esta densidad, sin embargo, se presenta en forma simple, dejando espacio para la comprensión del todo – que requiere sin duda una reflexión posterior – y la posibilidad de volcarnos en múltiples aristas a gusto del espectador.
Quizás el teatro sea ese lugar donde los autores nos visitan por medio de palabras y cuerpos poéticos habitados por fantasmas que nos recuerdan lo sagrado de este espacio, que por medio del juego puede mostrarnos el más terrible de los escenarios, y sin embargo, nos convoca al apluaso.